Además de los cientos o miles de kilómetros que deben recorrer desde las unidades de producción hasta la mesa, los productos agropecuarios atienen una historia que refleja la lucha constante de los pequeños productores por enfrentarse a problemas de plagas, enfermedades, exceso o falta de lluvia provocados por la variabilidad climática, aunado muchas veces a falta de asistencia técnica y financiera, debido a que la actividad agropecuaria es catalogada como riesgosa.
¿Y quién define el precio del producto? Lastimosamente en la mayoría de los casos el productor no es quien define el precio, depende de qué tan larga o corta sea la cadena de intermediación, esquemas de negocio de las cadenas de suministros a las que se incorporen, así como el tipo de consumidor final (que tan informado o consciente esté).
Un Comercio Justo se resume en facilitar que los pequeños productores puedan participar en Cadenas de Valor Inclusivas donde de ambos lados de la cadena, el agricultor y comprador puedan tener información para tomar una decisión, brindar capacidad de negociación y que el precio a definir pueda cubrir los costos de producción y permita tener un margen de ganancia que contribuya a tener una vida digna.
Desde el punto de vista del mercado, buscar alianzas con empresas que busquen tener una relación más directa con productores, estén dispuestas a mejorar los actuales precios que recibe el productor y busque concientizar o educar a su consumidor final.
El consumidor final es fundamental para que los pequeños productores obtengan un precio justo por su producto, debido a que el mercado responde a sus exigencias o expectativas.
El precio justo no es únicamente sobre disponibilidad del consumidor final a pagar más, sino que ayuda a que toda la cadena de suministro sea eficiente, con el fin de evitar incrementar costos, además de la disponibilidad de empresas para implementar nuevos modelos de negocio que impulse cadenas de valor inclusivas.
15-05-2018 / GS1 Perú